
La gestación es una etapa de grandes cambios en el organismo materno y un incremento de las necesidades nutricionales para conseguir el crecimiento y el desarrollo óptimo del feto. Durante esta etapa se deben cubrir las necesidades nutricionales de la embarazada, cubrir las necesidades extra de formación del bebé, preparar el organismo materno para el parto y asegurar el almacén de grasa para la lactancia. Una ganancia de peso insuficiente aumentaría el riesgo de partos prematuros, mayor riesgo de abortos, carencias nutricionales en la madre y el feto, etc… Por otro lado, un aumento excesivo de peso podrá llevar a complicaciones en el parto, hipertensión materna, predisposición a la obesidad, etc… Por ello es imprescindible el control y seguimiento del peso a lo largo del embarazo, tanto para la salud de la madre como la del bebé, y disminuir así el riesgo de posibles complicaciones. Se estima que el aumento de peso ha de ser progresivo en el tiempo y la cantidad de energía que necesitará una mujer embarazada dependerá en primer lugar de su peso inicial, de la edad, del grado de actividad… Aun así NO son recomendadas las dietas con aporte menor a 1700 kcal/día además de las dietas no equilibradas, ya que son consideradas deficientes para la gestación.
Durante esta etapa, los nutrientes que cobran mayor importancia son las proteínas, ya que proporcionan aminoácidos esenciales para la formación de los nuevos tejidos y también para asegurar un correcto funcionamiento de las hormonas, enzimas y anticuerpos. En cuanto a las vitaminas, aumentan considerablemente los requerimientos de ácido fólico, necesario en la formación de tejidos y glóbulos rojos y también porque su déficit puede causar tanto malformaciones en el tubo neural del niño (espina bífida), como la aparición de anemia en la madre. Las principales fuentes de ácido fólico son el hígado, los vegetales de hoja verde oscura, las legumbres y los frutos secos. También se verán incrementadas las necesidades de Vitamina A, aunque su aporte excesivo podrá provocar complicaciones o malformaciones. Por último, la vitamina C y algunas vitaminas del grupo B como la tiamina, niacina, riboflavina y vitamina B12, se necesitan en cantidades mayores, ya que son necesarias para la formación del feto. La vitamina A está presente en el hígado, yema de huevo, lácteos, mantequilla, vegetales rojos, etc., la vitamina C sobre todo en las frutas, y las vitaminas del grupo B sobre todo en carnes y pescados, huevos, lácteos, algunas legumbres y cereales.
En cuanto a los minerales, cabe destacar la importancia del aumento del hierro en la dieta, por un lado porque se produce un aumento del volumen de sangre de la madre, y por otro porque el feto va a almacenar hierro en su hígado, que utilizará posteriormente en los primeros meses de vida. Una fuente importante de hierro son las carnes rojas, los pescados, el hígado, las almejas, los berberechos y algunas legumbres o vegetales como las espinacas o el brócoli. Además, para favorecer su absorción es recomendable consumir los alimentos vegetales que sean fuente de hierro junto con alimentos ricos en vitamina C, como los cítricos. Otros dos minerales que serán ligeramente incrementados y necesarios en la dieta son el Calcio y el Yodo, para asegurar un adecuado crecimiento óseo y porque que el déficit de yodo favorece el cretinismo. El calcio está presente en alimentos como la leche, yogur, queso, pescado con espinas o frutos secos y elyodo en pescados, verduras, carnes, huevos o sal yodada.
La clave de la alimentación en el embarazo no radica en comer el doble, sino en cuidar y variar alimentos de todos los grupos e ingerir la cantidad adecuada de cada uno de ellos. También es recomendable repartir las ingestas en 5 – 6 tomas diarias, procurando que los horarios sean regulares y dedicando el tiempo necesario que procede cada comida.
Es importante recordar que el consumo de alcohol y el tabaco está totalmente prohibido durante el embarazo, para evitar que se produzca el síndrome del alcoholismo fetal y prevenir retrasos en el crecimiento del feto, malformaciones, anomalías en el sistema nervioso, bajo peso al nacer, o el riesgo de abortos. También se recomienda limitar las fuentes de cafeína de la dieta como el café, el té, los refrescos de cola o bebidas estimulantes. Debido a la Toxoplasmosis, tampoco se permite tomar carne cruda, poco cocinada o embutidos.
Por último , es recomendable que la mujer embarazada realice algún tipo de actividad física suave o moderada como andar, nadar, bicicleta, etc. Por el contrario, se debe evitar los deportes muy intensos o aquellos que impliquen un mayor riesgo de caídas.